jueves, 2 de diciembre de 2010

JORNADA DE CIERRE AÑO 2010 CONVOCADA POR PROYECTO CAMBIO Y PIAFF



TEMA: "RELACIONES DE AUTORIDAD EN LA FAMILIA"

¿Hijos agrandados o padres achicados?



Escribe Alicia Bittón:

Ayer tuvimos la jornada de fin de año en Proyecto. Fue muy interesante y todo transcurrió en un clima muy cálido y afectuoso. Comenzó cuando Susy nos dio la bienvenida como dueña de casa. Luego Marcelo nos invitó a salir de nuestras sillas y a caminar y recorrer el espacio. Nos empezamos a conectar con la experiencia que íbamos a vivir y luego empezaron el cruce de manos, las sonrisas, los saludos y abrazos. Fue realmente muy lindo momento. Luego Dolores dirigió un ejercicio con mucha habilidad, calidez y soltura. De allí surgió una escena para trabajar en la cual intervenía una terapeuta y su paciente de más o menos 16 años. Detrás de ella, tenía la voz de la mamá del paciente. El adolescente no quería seguir reglas y no se daba cuenta de los riesgos que corría y la mamá que le depositaba su confianza a la terapeuta y le delegaba el problema. La terapeuta se sentía en el medio y muy involucrada. Por un lado no se podía poner en el papel de mamá pero le costaba no hacerlo, por el otro quería tener un buen encuentro con el paciente y eso no era fácil. Le costaba hacerle entender que corría riesgos sin ponerse en mamá.
A partir de esa escena que vimos, nos separamos en 6 grupos. La consigna era trabajar con las resonancias que esa escena tuvo en cada uno de nosotros y a su vez preparar una escena en la que mostrásemos nuevas alternativas para ese conflicto. Fuimos pasando todos los grupos e inclusive, le pusimos título a las escenas.
Luego vino el final con un shering en el cual cada grupo compartió lo que había sentido en el trabajo. Todo fue muy rico y hubo reflexiones que nos ayudan a trabajar. Se habló sobre la autoridad, sobre los límites, el respeto, los buenos tratos y que el afecto no implica debilidad.
Espero que siempre podamos seguir haciendo estas jornadas que son muy útiles y que también sirven para encontrarnos . Gracias a Gastón y a Susy por prestar el lugar. Gracias a Marcelo que como Gardel, cada vez está mejor , gracias a Dolores por su espontaneidad y a todos por estar. No me quiero olvidar de Liliana que es quien ofreció su escena la cual sirvió para generar todo esto. Y, por supuesto, a Cristina que gracias a su convocatoria se pueden armar estos eventos.

Alicia Bittón

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Escribe Marcelo Choclin


Autoridad de los padres en relación a sus hijos adolescentes.


-Afectos. Incluir las emociones y los sentimientos en la puesta de límites. No al autoritarismo.

-Otros modos. Modelo autoritario vs. modelo a construir. No desde el control.

-Tecnología que manejan los adolescentes como espacio no accesible

-Generación de padres que vivió la experiencia del esfuerzo. Queremos que estén bien, pensamos en ellos, tienen todo.

-Terapeuta no es Cristo, romper omnipotencia de que tiene que poder solo y "salvar" al adolescente (sustituyendo a los padres). Sumar recursos. Ir a espacios donde se mueven los
adolescentes. Apoyarse en un equipo-colega-red propia


-Los terapeutas viven los mismos conflictos con los hijos y tampoco lo tienen resuelto.

-Incluir otras personas que tiene algún tipo de llegada sobre el adolescente (entrenador de rugby-compañero de equipo). Los padres tampoco tiene que poder solos.

-No juzgar a los padres desde el paradigma "de las funciones normales".

-Conocer el mundo del adolescente. Su lenguaje. Encontrar un lenguaje común (Capusoto, música). Rol del terapeuta como mediador social entre los padres y los hijos. No sustituto.

-Prevención. Como adelantarse a que surjan situaciones en las cuales los adolescentes se ponen en riesgo y los padres se sientan inoperantes?

Escena principal

Entrevista de la Terapeuta con adolescente de 15 años. Previo llamado de la madre desesperada que no lo dejó salir, lo encerró en el cuarto y aquel saltó por la ventana. En la escena dramatizada la Terapeuta "explota", no aguanta mas el estar presionada desde (atrás)por la madre que le delega la resolución y el joven que se descarga contra la madre y contra la terapeuta misma que termina hablándole como lo haría la madre.


Los grupos arman las escenas (Marcelo Choclin describe)

Comenta Cristina Ravazzola (letra verde):


1º escena: "3er. tiempo". Padres-adolescente-terapeuta-entrenador-compañero. La terapeuta se siente mas aliviada. Sin tanta carga. El adolescente se siente mas acampañado. El entrenador le pone límites en relación al alcohol.Interesante el cambio de contexto propuesto. Implica salirse de las convenciones que impone el "know how terapéutico tradicional", permite que nos movamos a los lugares en los que se puede buscar ayuda. El entrenador, una figura más respetada que los padres, pone una ley (condiciones) que los padres no pueden poner todavía.


2º escena "Pedí ayuda, no te quedes sola". Terapeuta con su espejo. Como sale de su propio aislamiento. Recursos: colega que la invita a un equipo. Grupo de padres- Profesor de educación física. Se arriman todas las ayudas posibles que la terapeuta busca en colegas, grupos, etc. Se enfatiza la importancia de que el terapeuta se ponga en contacto con sus necesidades propias.



3º escena: "Lalita y Lalota". Como el terapeuta se acerca con un lenguaje cálido y cercano al adolecente con un "lálá" tierno y con contacto corporal. Ídem con la madre enfurecida. Logra que se acepten ambos las diferencias, quedando mas fortalecida la relación. El terapeuta actúa de mediador, o de intermediario, que ayuda a que se acepten las generaciones en sus diferencias, disminuyendo los decibeles de ira y malestar. La representación dejó muy claro este papel del terapeuta y su tarea a través de la simbolización elegida.


4º escena: "Entrando por la ventana (salir por la puerta, entrar por la ventana)". Entrevista del terapeuta con el adolescente. Se centra en como se siente después de lo sucedido. La madre "de atrás" está a una mayor distancia (en la cabeza del terapeuta).La terapeuta interviene desde un vínculo de mucha proximidad, ayudando al adolescente a reflexionar y examinar sus sentimientos, pensando en la urgencia se hace cargo de la delegación hecha por la madre, haciendo de mediadora para luego salir y volver a ponerlos en contacto. El adolescente, reconociendo sus emociones, puede "achicarse" y recuperar su edad y su contacto con lo que necesita.



5º escena: "Redescubriendo que mi madre existe". Entrevista de la terapeuta con el chico y la madre. Recursos corporales. Que cada uno marque su espacio con el brazo. Cuando la madre expresa su dolor el hijo la mira por 1º vez. Redescubre a su madre cuando aparecen sus sentimientos y no sólo sus preocupaciones, sus órdenes y sus quejas. La terapeuta pone a la madre en contacto con sus sentimientos

6ª escena: "Jesús hubo uno solo". Charla de la terapeuta extenuada con colega en un café. Esta la ayuda: no sos la salvadora, no sos Cristo!


Marcelo Choclin



La Jornada fue una inyección de vitalidad y entusiasmo, así como de buenas ondas y de riqueza de los aportes colectivos. Muchas gracias a todos y a todas .

Cristina Ravazzola


Escribe Inés Biedma

Quiero compartir con el grupo, algunas de las reflexiones propias que fueron inspiradas por mi participación en la Jornada con tan amable grupo.
Evidentemente la escena que surgió del trabajo psicodramático es acorde con la pregunta que nos convocaba a pensar las relaciones de autoridad en la familia“¿hijos agrandados o padres achicados?”.
En lo personal, me parece de mucha utilidad el poder reflexionar acerca de nuestro rol como psicoterapeutas, pues es habitual que frente a la crisis actual con respecto a la asunción de la autoridad de los padres, nosotros nos quedemos ejerciendo por delegación o depositación esa autoridad que otros adultos no pueden o no quieren ejercer.

¿Cuáles serán los motivos que llevan a la falta de ejercicio de los roles de autoridad por parte de los adultos responsables de la crianza y acompañamiento de los niños y adolescentes de nuestra sociedad?.
Creo reconocer algunos elementos que configuran signos de época que erosionan la autoridad parental, como lo son la utilización de los medios de telecomunicación y de la inteligencia artificial como sustitutos seductores de los lazos de amor y autoridad. En desmedro de la comunicación piel a piel, de la enseñanza basada en el conocimiento elaborado artesanalmente, emergen las nuevas adquisiciones de finales del Siglo XX y principios del Siglo XXI como los posibles nuevos mega-orientadores. Quitando crédito a las deshilachadas autoridades tanto paterna como materna, denostadas por la puesta en práctica de mecanismos que persiguen la transformación de los seres humanos en seres sujetos al consumo, la computadora, la televisión y las nuevas tecnologías pasan a ser las portadoras de cuanto haya para enseñar, comunicar, informar y transmitir. En las sociedades actuales tan arrasadas ideológicamente por los espejitos de colores de la “aldea global”, como enriquecidas por el maravilloso universo de las telecomunicaciones, el transporte, la inteligencia artificial y las especializaciones técnicas y científicas, el crecimiento y los aprendizajes se adquieren bajo signos inéditos, complejos y aún muy difíciles de describir.
Sería poco serio enunciar tan solo los vicios a los que nos someten las nuevas tecnologías pues no cabe duda alguna de que ellas juegan un rol de importancia extrema en un proceso que algunos denominan “civilizatorio”. Pero no podemos desconocer, en tanto profesionales de la Salud, la nocividad de su contribución al proceso de vaciamiento de autoridad de los adultos, no por su mera presencia, tan importante para el desarrollo y las más variadas actividades, ciencias y tecnologías, sino por los efectos que produce el uso indiscriminado y abusivo de las pantallas en la vida de las personas.
Google parece responder las preguntas que ya no se formulan a Papá y los cuentos de la computadora entretienen de manera más rápida y actual que los relatos familiares tejidos amorosamente por Mamá. La receta de la abuela que fue encontrada en un papel ajado, pasada de generación en generación a puño y letra, ha sido reemplazada con un solo clic por millares de recetas que prometen los mismos efectos placenteros para el gusto y el placer de los comensales ávidos de sabores exquisitos.

Las relaciones interpersonales llevan tiempo, experiencia, esfuerzo, dedicación, aventura, madrugones, desvelos… Se cuecen con respeto, se maceran con tolerancia, se adoban con ternura y germinan si hay amor.

La autoridad no puede derivar de ninguna relación donde el respeto por el otro en tanto semejante, no sea identificable en actos que se reiteren en el tiempo.
No detenta autoridad quien no puede generar lazos de empatía, de identificación corazón a corazón, quien se siente incapaz de frustrar a otro para beneficiar su crecimiento.
No tiene autoridad el padre que entra en competencia con los hijos ni la madre que se inmola por los propios.
Cuando hay cinchada, hay una autoridad que se entrega, que se pone en disputa al mejor postor. Hay bandera blanca y no alcanzará ganar la soga para recuperar la autoridad profanada.
Ahora bien, del dicho al hecho, el mucho trecho que existe por recorrer a veces nos involucra y nos hace responsables de situaciones donde es difícil sentar posiciones que nos habiliten a facilitar cambios en los vínculos.

En la escena que vemos el sábado, la madre desesperada llama a la terapeuta y la terapeuta, agobiada, le sugiere llamar a un teléfono determinado. O sea, se lanza la transferencia ilimitada de mensajes SOS, (la escena podría haberse llamado “dónde está el piloto”) y la conducción parece quedar librada a voluntades bienintencionadas frente al cataclismo hormonal de un adolescente que no entiende de bordes, sino de desbordes. No ha sido instalada la presencia reiterada de ejercicios de autoridad en el sistema familiar. La madre deposita la respuesta de autoridad en la terapeuta y la terapeuta, la transfiere a un ente de la ciudad donde viven familia y terapeuta. Una sucesión de actores supone que la autoridad es extracorpórea, habita en otro lado que no es el propio cuerpo, la voz propia y/o la mirada que denota y connota.
Hay una tercera persona para un hijo, que es su madre, un “ella” que nada entiende que no lo deja ser, a su entender, que no le da más alternativas que “salir por la ventana”. La acción se justifica desde un sin-salida en donde la conducta transgresora que pone en riesgo a un adolescente de 16 años, parece ser a ser la única acción viable ante una madre que no hace más que “desobedecer” a su hijo. El “ella no me dejó salir”, tiene toda la implicancia en el uso de su lenguaje del “ella no me hizo caso” y “me ví en la obligación de conducirme de la única manera que quedaba”.

Cuando la terapeuta (ella) es acusada de ser como la madre del adolescente, la tercera persona del singular invita a la tercera persona del plural en la cabeza del adolescente. “Ellas”, ó “ustedes”, pertenecen a esa raza que nada comprende de lo que me sucede”, parece estar diciendo. Qué ha pasado con los adultos que nos podemos ver tentados a pensar que, teniendo la responsabilidad de comprender lo que los adolescentes y niños desean y necesitan, deberíamos “formatearnos” para adormecer lo que nos pasa frente a sus demandas y “responder” exactamente con lo que ellos quieren que respondamos…
Nada nocivo, obviamente en el deseo… Nadie desea mal ni bien. El problema reside en la creencia de que los adultos debemos responder al deseo de niños y adolescentes de la manera que ellos proponen y con la rapidez que la época impone.
Nada más cercano al modelo del consumo, donde el objeto que se ajusta al deseo parece llegar hoy justo a tiempo para llenar toda sensación de angustia y vacío. Objetos diseñados a medida.
Estas son algunas de las reflexiones que puedo compartir con ustedes.
Muchas gracias!. Espero sea el inicio de ulteriores diálogos.

Inés Biedma inesbiedma@yahoo.com.ar

1 comentario:

SilviaSusana dijo...

Muy interesantes los comentarios de Cristina a las descripciones propuestas por Marcelo. En lo que a mí respecta como participante pude integrar la experiencia no solo como terapeuta sino como la persona que sostiene la función. Particularmente en mi trabajo con Marcelo y Analía sentí que Marcelo marcaba la escena que consiguió transformar la furia en ternura. los afectos.
Silvia Crescini