martes, 7 de diciembre de 2010

Elisabeth Badinter: "La violencia no es una exclusividad masculina".




Lo envía Elba De Grossi

Elisabeth Badinter: "La violencia no es una exclusividad masculina". La historiadora y socióloga critica las "desviaciones" del nuevo feminismo

Fuente: La Nacion.com 19/04/06


PARIS.– Elisabeth Badinter suele definirse como une petite dame très
ordinaire (una pequeña dama muy común), una coquetería que hace sonreír a
sus interlocutores. Desde hace 30 años, esta filósofa, historiadora,
socióloga y antropóloga tritura convencionalismos y agita conciencias,
analizando en forma implacable las relaciones entre hombres y mujeres.

Militante de la igualdad de sexos desde la adolescencia, esta gran
burguesa de ojos color acero no duda, desde hace un tiempo, en denunciar
las desviaciones que, a su juicio, padece el feminismo actual.

Badinter aborrece del “feminismo diferencialista”, que afirma la
superioridad de la mujer sobre el hombre; dice que se ha instalado la falsa
idea de que la violencia es patrimonio exclusivo de los hombres, y se
declara decididamente hostil a la “paridad”, último hallazgo de muchos
gobiernos europeos. Para ella, “se trata de un error fundamental,
producto de la confusión entre igualdad y paridad. Es una falacia que lleva a
considerar a hombres y mujeres como pertenecientes a dos naturalezas
diferentes”.

Badinter nació en 1944 en las afueras de París. Su padre, Marcel
Bleustein-Blanchet, dueño del imperio publicitario Publicis, solía repetirle:
“Una mujer puede triunfar igual que un hombre. Sólo tiene que
trabajar". Ella siguió el consejo al pie de la letra.

En 1966, siendo aún una estudiante, se casó con Robert Badinter, un
abogado que años más tarde, como ministro de Justicia de François
Mitterrand, fue el artífice de la abolición de la pena de muerte en Francia.

Desde entonces, en una docena de libros, esta mujer de modales suaves y
sólido coraje político demuele prejuicios y falsas ideas. A su juicio,
la mujer es tan ambiciosa como el hombre. Tampoco existe una naturaleza
femenina: "La femineidad depende sólo de la cultura", dice. El amor
maternal no es innato: "La ternura de una madre nace del contacto con el
niño". Y los hombres no son lo mismo que las mujeres: "La verdadera
igualdad es la mutua aceptación de las diferencias", insiste.

En su cruzada contra ese nuevo feminismo al que acusa de provocar la
pérdida absoluta de los marcos de referencia, Badinter arremete contra la
tendencia, "muy norteamericana" de transformar a la mujer en víctima
absoluta, mientras que el hombre es definido como un verdugo
irrecuperable a quien se le intima a cambiar, y rápido, la manifestación de su
sexualidad.

-Usted sostiene que las actuales desviaciones del feminismo terminarán
por deteriorar aún más las relaciones entre hombres y mujeres. ¿Quiere
decir que la dominación masculina no existe?

-El feminismo de Simone de Beauvoir, que yo reivindico, no es
victimista. Desde un punto de vista filosófico, ese feminismo ha sido el motor
de mi reflexión. Yo quisiera que las mujeres, sobre todo las jóvenes,
comprendieran que esa victimización puede volverse contra ellas.
Contrariamente a lo que se cree, esa actitud introduce una imagen desastrosa de
la mujer. En los años 80 pudimos sacar a la luz una ignominia invisible
que padecían las mujeres: la violación. Pero después, curiosamente, se
produjo una desviación que consistió en querer extender la noción de
agresión sexual a comportamientos y actitudes masculinas, que
corresponden a otro orden. En 1992, las feministas europeas pidieron a los
parlamentos extender la noción de acoso sexual, lo que fue hecho en 2002.
Desde entonces, todo puede ser catalogado de acoso: una mirada, un gesto,
una palabra... Esto introduce dos imágenes catastróficas en la relación
hombre-mujer: por un lado, la de una mujer impotente, incapaz de
resistir a los hombres, que recurre a los tribunales, como antes recurría a
papá y a mamá. Por el otro, la imagen de un hombre agresivo, dominante y
explotador. Es verdad que hay hombres que son execrables, que hay más
violencia masculina que femenina, y mujeres que son víctimas de esos
hombres. Pero esas mujeres no son el único símbolo de la condición
femenina. Y esos hombres violentos y explotadores no son típicos del género
masculino.

-Pero el 80 por ciento de los condenados por homicidio involuntario y
violencias en Francia son hombres. ¿Cómo interpreta esa cifra?

-Las estadísticas no mienten. Pero, ¿ha visto usted que alguien estudie
la violencia femenina? Esa violencia aumenta cada día, sobre todo en
las jovencitas. Mi explicación es que la violencia no es una exclusividad
de los hombres. Tomemos como ejemplo los jóvenes de los suburbios
desfavorecidos, prisioneros de esquemas arcaicos de virilidad y de
masculinidad. El aumento del feminismo hizo estallar el concepto de identidad
masculina, pero ellos no tienen medios para construir una identidad más
elástica, menos esquemática. Por su parte, las jovencitas de 14-15 años,
para defenderse, comienzan a tener comportamientos similares a los
varones. Esa violencia va a manifestarse cada vez más. El aumento de la
violencia, sin distinción de edad, sexo o contexto social, tiene que ver
con una incapacidad cada vez mayor de los individuos para soportar el
peso de las obligaciones, y con una propensión inquietante a confundir
derechos universales y deseos individuales. En Francia, las estadísticas
de 2005 demuestran un aumento considerable de la violencia de los
jóvenes: en las escuelas, colegios, liceos ¡y hasta en el jardín de
infantes!

-¿Por eso rechaza usted la expresión "violencia de género"?

-Me asombra que las Naciones Unidas hayan decidido utilizar esa
expresión. Una vez más, ¿qué quiere decir violencia de género? ¿Que la
violencia es lo propio del hombre? ¿Que la masculinidad se define por la
dominación y la opresión del otro sexo? ¿Que las mujeres ignoran la
violencia? En un estudio realizado en 2002 en Quebec, 62.700 mujeres y 39.500
hombres se declararon víctimas de violencias conyugales. Es cierto: los
actos de agresión no son los mismos. Las mujeres padecen con más
frecuencia violencias físicas y sexuales. Por el contrario, según ese
estudio, las cifras son parejas cuando se trata de violencias psicológicas. En
su reciente estudio sobre la violencia contra la mujer en Francia,
Amnesty Internacional afirma que cada cuatro días muere una mujer víctima
de la violencia conyugal. Pero también dice que cada 15 días muere un
hombre por las mismas razones. Como los hombres, las mujeres también
pueden ser violentas con los más débiles: con los niños pequeños o los
ancianos. Si admitimos la noción de "violencia de género" llegaremos a una
definición dual y opuesta a la humanidad: los verdugos contra las
víctimas, el mal contra el bien.

-¿Las feministas francesas importaron esa lógica de victimización de
los Estados Unidos?

-Las feministas radicales norteamericanas, como Dworkin y MacKinnon,
que consideran a las mujeres como una clase oprimida, dominada por la
sexualidad masculina, publicaron sus trabajos en los años 70 del siglo XX.
Por entonces, no se habló de ello en Francia, pero sus ideas se
multiplicaron mediante las asociaciones feministas europeas. Son esas
organizaciones las que hablan hoy en nombre de la mujer...

-En todo caso, esa lógica de victimización parece haber sido adoptada
por el conjunto de la sociedad.

-En nuestras sociedades occidentales, la víctima es sagrada. Para
mostrar que la mujer es un pequeño ser frágil e impotente, no se ha dudado
en publicar estadísticas falsas sobre la violencia conyugal. En Francia,
los medios de comunicación, sin ninguna investigación previa, han
afirmado que había en el país un 10% de mujeres golpeadas; después, un 12%,
y después, un 14%. Se da así la idea de que el hombre es un peligroso
verdugo. Se habla de la condición de la mujer en general, como si su
situación fuera idéntica en Francia o en Afganistán. Es un engaño.

-Hace poco usted denunció un informe de la organización Amnesty
Internacional sobre la condición de la mujer. Ese informe -dijo- hace una
amalgama inaceptable.

-En ese texto, la organización dice que en todo el mundo las mujeres
padecen actos o amenazas de violencia. Sin diferencia de fronteras,
fortuna, raza o cultura. Añade: "En sus casas o en sus ciudades, en tiempo
de guerra como en tiempo de paz, las mujeres son mutiladas, golpeadas o
violadas con toda impunidad". Esto es absurdo. No es lo mismo la
violencia en tiempo de guerra que en tiempo de paz, la violencia del Estado y
la violencia privada, la violencia de un compañero, de un acosador
sexual, de un soldado o de un tratante de blancas. Hay amalgama también
entre la parisiense que es acosada en el subte, la niña nigeriana víctima
de un traficante y la jordana que padece un crimen de honor. Amalgama
entre violencia psicológica y física, violencia de Estados totalitarios
y violencia de Estados democráticos. Esa visión pone también al mismo
nivel la bofetada conyugal y la lapidación de una mujer adúltera. Esas
simplificaciones me parecen poco serias y terminan por rendir un magro
servicio a la causa de la mujer.

-También es particularmente crítica con las leyes que establecen la
paridad entre hombres y mujeres, sobre todo en política.

-La paridad por ley es, a la vez, una medida técnica de corrección y un
gran debate filosófico. En realidad, se trata de la discriminación
positiva implícita. Otra cosa sería una actitud voluntarista. Por ejemplo,
que ante una situación inaceptable de desigualdad, durante cinco años,
cada partido político se comprometa a incorporar al 30 o al 50 por
ciento de mujeres, sin promulgar ninguna ley. La cuestión de la ley es para
mí insoportable, por dos razones. La primera es la sexualización de la
ciudadanía y, con ella, el retorno al determinismo biológico. Esto es
temible para las mujeres y contrario a las ideas universalistas. La
segunda razón es: ¿por qué razón hay cuotas sólo para las mujeres? Cuando
yo miro el Parlamento en Francia no veo cuotas para los franceses
menores de 25 años, ni cuotas para los obreros, ni para los franceses de
origen africano o árabe. Las mujeres que han defendido la paridad tuvieron
una actitud realmente egoísta con respecto a otras categorías sociales.

-Angela Merkel en Alemania, Michelle Bachelet en Chile, Segolène Royal
liderando los sondeos en Francia... las mujeres parecen ganar terreno
en lo político. ¿Cree que los franceses están listos para tener una
mujer presidenta?

-Hace mucho tiempo que Francia está lista para eso. Naturalmente, yo
estoy feliz de que se reconozca la capacidad de las mujeres a ejercer los
cargos políticos más importantes. Pero lo importante no es que lleguen
a presidentas por ser mujeres, sino por su capacidad. De otro modo, yo
hubiera estado feliz cuando Margaret Thatcher llegó a primera ministra
de Gran Bretaña...

-¿Cuál es el espacio en que habría que proseguir hoy el combate
feminista por la igualdad? ¿Cómo pensar, finalmente, la relación hombre-mujer?

-El termómetro objetivo de la desigualdad entre sexos sigue siendo la
diferencia de salarios. Ese es el criterio con que yo mido los fracasos
y los avances del feminismo. ¿Por qué? Porque la igualdad de sexos hoy
se juega en la esfera privada, en la familia, en la intimidad. Mientras
las mujeres sigan asumiendo el 80% de los trabajos domésticos, correrán
con una enorme desventaja. No es por casualidad que el 80% del trabajo
de tiempo parcial sea desempeñado por mujeres. Nunca avanzaremos
mientras las organizaciones feministas sigan manteniendo ese doble discurso
que consiste en afirmar que hay una diferencia esencial entre hombre y
mujer (la maternidad) y, al mismo tiempo, en considerar insoportable el
trabajo femenino de tiempo completo. O mujeres y hombres pueden
compartir todo, incluida la "parentalidad" y las tareas domésticas, o jamás
habrá igualdad entre los sexos.

Por Luisa Corradini
Para LA NACION--

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